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domingo, 27 de marzo de 2016

Que no te entretengan

Las discusiones deben existir desde que existen varios puntos de vista sobre una misma situación. No son malas, sino que sirven para enriquecer los argumentos de las partes y ponen sobre la mesa el abanico de posibilidades, para que un receptor pueda elegir. 
Creer que discutir es malo, es creer que podemos tener sólo una visión sobre un determinado tema. Hay temas que parecieran no admitir discusión y hay otros en los que la discusión abunda, ya sea con argumentos o no:
Nadie va a discutir que 2 + 2 = 4, pero en cambio se puede discutir la forma de explicarlo.
En estos temas, que suelen ser polémicos y dar lugar a múltiples interpretaciones, aparece una hegemonía: la de creer que todos podemos pensar igual. Yo me pregunto si esta idea, no encierra un concepto peligroso: todos debemos pensar igual y para eso, el primer paso, sería creer en ello.
Si partimos de dos pensamientos distintos, diametralmente opuestos, el acuerdo debe ser o bien un punto medio o alguno de los extremos. Si el predicador de esta unión, se encuentra de un lado de la circunferencia, ¿podemos entonces creer que su predicado va a beneficiar a ambos lados?

Volviendo a la cuestión de la enseñanza, dos posibilidades podrían ser:

  • Enseñarle los conceptos de los números que intervienen en la expresión y de todos los demás, para así poder enseñar a sumar
  • Enseñarle a repetir esa expresión y aprenderla de memoria, sin analizar el contenido de la misma
Mas allá de cuál es la correcta, cuál es la mejor o si hay un listado de otras posibilidades, podemos distinguir dos cuestiones importantes: ¿Qué voy a enseñar? ¿Cómo lo voy a enseñar?
Muchas veces, en distintas discusiones vemos que se pierde el foco y es acá donde hay que parar. Porque si perdemos el foco, estamos dejando de lado la importancia de esa discusión y la estamos llevando a otro ámbito, a uno que quizás, no sea importante discutir. Es importante aprender a notar esas desviaciones y notar qué o quién las produce y, en el caso de saber quién, empezar a dudar de la veracidad de sus palabras.

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